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miércoles, 23 de marzo de 2011

Capítulo II En el colegio

“Aunque la noche sea cálida y amigable,
aunque la mente (alma y ser…)
se vuelva parte de lo inefable.

Seguirás encadenado
a la jaula del tiempo.

Libérate y vuela.

Vuela a donde sea,
vuela a un lugar donde seas libre,
vuela a donde la vida sea un mundo aparte.

Completa pureza, absoluta.”

Garabateo esto en la parte posterior de mi libreta de química (materia en la cual nunca pongo atención), han pasado diez días desde aquella platica con Alberto, no he sabido de él, a pesar de que fui ayer a la comandancia de policía y di sus señas, me dijeron que alguien así nunca se había presentado, pero pienso que debió haber pedido que no me dijeran nada.

            -Veamos, joven Alberto ¿Cuál es el grupo funcional de los ácidos carboxílicos?– me pregunta el profesor
            -Es el grupo COOH-contesto con desgano.
            -Muy bien, pero no me hable con ese tono.
            -Si “profesor”.

No medí mis palabras, pero, por suerte, el profesor ya no me escucho por iniciar sus largas peroratas sobre la vida y sus anécdotas personales que detesto tanto, ni siquiera pensar en hacerlo regresar a dar clases sin las miradas de reproche y enojo de la mayoría de la clase, pese a que por esas “pláticas” todo el grupo reprobó.

            -Bien jóvenes, ya pueden salir y recuerden siempre lo que les digo.
            -¡Fuerte, sano y feliz!-Corean (como simios adiestrados) mis compañeros.

Por fin algo de paz en este día, apenas es martes y ya deseo que se acabe la semana, me he comportado impaciente desde que hable con Alberto, como si una semilla de inconformidad hubiese sido colocada en mi mente.
            -Joven Alberto ¿Puede venir un momento?-escucho, al voltear, veo que es el profesor.
            -¿Qué se le ofrece?
            -Mire, yo he notado en usted, desde el inicio de este semestre, una actitud desganada y nunca apunta gran cosa en su libreta, solo se dedica a sacar los puntos principales de lo que digo.
            -¿Qué tiene de malo eso, profesor?
            -Nada, nada, pero en cuanto les platico a sus compañeros, usted duele poner una cara de profundo fastidio y he notado que en lo que respecta a química usted tiene un gran potencial ¿Estudio algún bachillerato técnico?
            -Sí.
            -Ya veo, también he notado que escribe los títulos de las clases con letras afiladas y puntiagudas-ahora me mira con un gesto de preocupación que noté falso desde un principio-Eso lo he visto en personas suicidas y estresadas.
            -Gracias por notarlo-dije con odio reprimido-Pero yo no soy tan estúpido como para acabar con mi vida, además sus pláticas me resultan intranscendentales, no es que no sepa apreciarlas, pero por esas pláticas no hemos aprendido absolutamente nada en esta unidad ¿Por qué cree que reprobó todo el grupo excepto uno o dos?

Fui muy lejos, debí haber cuidado lo que dije, pero una especie de bestia me incito a decir todo eso.

            -Bueno profesor, me voy, tengo hambre así que me voy a comer algo-digo vacilante.
            -Adelante, Alberto, vaya, pero lo estaré observando.

Apenas y logré escapar del profesor ¿Qué me pasa? No suelo hacer este tipo de cosas, voy a la tienda escolar y compro un pan dulce y un licuado de chocolate, aunque la tentación de un cigarrillo es fuerte.

            -¿Qué te pasa Beto?-pregunta Kenia, una de las pocas amigas que tengo.
            -Nada, solo tuve una bronca con el maestro de química.
            -No deberías andarle buscando, si no, la va a traer contra ti.
            -Si, tienes razón, pero es que me dijo suicida.
            -¿Ya ves? Déjalo por la paz, tienes más problemas con Fernanda.
            -No me lo recuerdes, ese tema me irrita muy rápido.

Dejo a Kenia con sus amigas de otra especialidad y me dispongo a regresar a la siguiente clase, cuando ella pasa delante de mí, Fernanda, acompañada por sus amigas, para ella quede como una negra página en su vida, aparte de haber sido su primer novio, cometió el error de elegirme a mí, que me volví un misántropo al entrar al colegio superior, cuando, de la nada, apareció la voz de Alberto

            -¡Amigo mío! ¡Cuánto tiempo sin verte!-exclamo mientras caminaba hacia mí.

Su aspecto había mejorado de, su ropa seguía siendo elegante, con la diferencia de que ahora ya no estaba desgarrada, además usaba un sombrero con una tajada en el ala sobre sus ojo derecho  (al parecer hecha por una navaja) y anteojos circulares, aún así conservaba su aspecto misterioso, lo que provoco que varias personas se quedaran viéndolo.

            -No fue tanto, pero dime ¿Dónde te metiste estos diez días?
            -¡Ah, eso no tiene importancia! Lo que me interesa es que nos veamos pronto-dijo.
            -Por supuesto, pero, ¿Dónde?
            -No te preocupes, que nos volveremos a encontrar, además, aún no tengo todo preparado para la inmersión en los laberintos de la mente.
            -Pues me parece que si la necesito, hoy casi termino por pelear con un profesor.
            -¡Vaya! Esto es digno de festejarse, al parecer tuviste una pequeña explosión de pasión.
            -Yo no lo veo como para ponerse eufórico.
            -Anda, ponerte eufórico no te hará daño.
            -No me agrada mucho, siento que así soy capaz de cometer cualquier tontería.

Sin querer, volteé a ver a Fernanda, que estaba sentada en las bancas de una jardinera, nuestras miradas se cruzan, al parecer la mía la hace desviarla a otro lado, pero Alberto se da cuenta de esto.

            -¿Con que ella es una de esas mujeres, eh?-dijo con interés.
            -Si, la más reciente-musité.
            -Mmm..., te diré que parece que odias el contacto humano.
            -Eso es relativamente reciente.
            -¿Desde cuándo?
            -Al menos un año.
            -Es poco tiempo.
            -Alberto, tengo que irme tengo clase de fisiología.
            -Anda pues, nos veremos pronto.

Voy tarde para  mi clase, aun así no me preocupa, tal vez Alberto tenga razón, quizás dentro de mí este recobrando fuerzas la pasión.

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