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jueves, 10 de marzo de 2011

Capítulo I Ilusión

Por un oscuro y solitario laberinto, atrapados por el tiempo, caminan dos hombres arrastrando un bulto. Uno más alto que el otro, al parecer, enfrascados en una plática, caminando despacio, sin prisa, no la hay, la noche es amiga de cualquiera que la procure.

            -¿Crees que esté vivo?-Preguntó el primero
            -No, pero ya ha demostrado su necedad.
            -Tienes razón, pero ¿Acaso no hemos cometido un crimen?
            -¿Pero cuál? Tan solo lo hicimos a un lado, sus patéticas y enfermizas necesidades provocaban problemas.
            -Cierto, de cualquier manera, pienso que puede llegar a hacer falta.
            -¿Para qué? Todo lo que hacía era arrastrar el cuerpo, sacar las entrañas y ofrecer inútilmente el corazón por unas migajas de insipiente amor.

Siguiendo su camino, entran en un túnel donde abandonan el bulto y se alejan, dejándolo tirado de manera truculenta.

Y despierto, asustado y temblando, ardiendo en fiebre, amigos les diré que ha sido un sueño raro y siento que algo dentro de mi falta, como si una parte de mi mente no estuviera. ¿Por qué tiene que pasar esto? Apenas pude dormir unas cuantas horas, el día anterior fue tan pesado, tan largo, tan igual a los otros…

Me levanto y me visto, se que de cualquier manera llegare tarde a clases, me veo al espejo y J. se apodera de mi cuerpo.

            -Das pena. ¡Mírate! Has arrastrado el cuerpo por el suelo, rogando, suplicando por misericordia y todo por nada.

Es entonces cuando J. A. entra en escena.

            -Y aunque las decisiones tomadas no fueron las correctas, puede que las cosas sigan su curso.

Ya caminando por las calles rumbo a clases, veo que en realidad voy muy temprano, es posible que ni si quiera el colegio este abierto, pero ¿Qué hacer con casi dos horas libres? Decido ir al mirador, desde que llegué a esta ciudad no he tenido la oportunidad de conocerlo, a pesar de ser el atractivo de la ciudad. Aunque mi departamento está cerca del lugar, me tomo mi tiempo para llegar, me paseo por la calle hasta llegar al parque del mirador, el reloj de una iglesia cercana marca las 4:45, faltan más de dos horas para que esta ciudad despierte y sin embargo hay una persona en el mirador. ¡Qué mala pinta tenía! Su cara parecía llena de cicatrices, su ropa, aunque elegante, estaba desgarrada, dándole un aspecto misterioso. Venciendo a mi miedo me acerqué y me atreví a hablarle.

            -Buenos días ¿Qué hace a esta hora aquí?
            -Todavía no sale el sol, muchacho, aún no es de día.

¡Qué tipo! ¡Yo tratando de ser amable y me trata así! Pensé.

            -Bueno, pero no contestó mi pregunta
            -Me llamo A. No te diré mi nombre completo.
            -No quiero saber su nombre, solo quiero saber que hace aquí.
            -No lo sé, desperté dentro de un túnel, no recuerdo nada.
            -Una borrachera habrá sido.
            -¿Eso crees? Puede ser, más no lo creo.
            -Si no fue así ¿Cómo explica que despertara en un túnel?-Repliqué.
            -Bueno, puede que fuese víctima de un asalto, quizás de una paliza propinada por algún malandrín, no importa cuánto trate de pensar en una respuesta satisfactoria, no logro dar con una que explique cómo y por qué termine aquí, desconozco de donde vengo y a donde voy.
            -Quien no sabe lo que ha sido está condenado a repetir una y otra vez los errores que ha cometido, creo que lo que debe de hacer es ir a la comandancia de policía y levantar un acta, es posible que también logran proporcionarle ayuda para dar con su hogar.

Este tal A. me ve de manera extraña, parece que me conociera de alguna parte, como si nos habláramos desde siempre.

            -¿Cómo te llamas muchacho?
            -Si usted dice su nombre yo diré el mío.
            -Astuto, muy astuto, aún así no te lo diré.
            -Tanto mejor, solo seremos dos conocidos.
            -Lo que acabas de decir, me parece, está lleno de razón, pero ¿Dónde ha quedado tu bondad y compasión para ayudar a una persona en desgracia?
            -Lo siento, pero no suelo ayudar a desconocidos.
            -Ya veo, siendo así te diré mi nombre, me llamo Alberto
            -Qué extraño, yo también me llamo Alberto, bueno en realidad me llamo José Alberto.
            -¿Casualidad o coincidencia?
            -No creo en esas cosas.
            -Veo que estas dominado por la razón.
            -Trato de guiarme por ella, ya que por culpa de la pasión irracional he tenido muchos problemas, desilusiones y falsas creencias, he tenido suficiente de ella y llegue a la conclusión de que no la necesito.
            -Vaya, mi joven y nuevo amigo, que en verdad te domina, pero dime ¿No es necesario que uno este dominado por la ilusión para llegar a la grandeza?
            -¡Qué tontería! No lo creo, ya que por ilusiones se han cometido atrocidades en el pasado, guerras, muerte, desolación y miseria.
            -¿Eso piensas? Yo, que he bebido por incontables ocasiones del cáliz de la ilusión. Que he vagado a través de obscuros callejones, me di cuenta que mientras más dominado por la razón este el hombre, es menos merecedor de alcanzar la grandeza, pocos pueden alcanzar la grandeza y ninguno en las artes, si no está dominado por la ilusión.
            -Quizá sea cierto, pero, es tan fácil para la ilusión, tanto como para el deseo, tomar  la más mínima sonrisa, gesto, roce, actitud o mirada y llevarla hasta el punto de ser la pasión más irracional, la cuál te llevara a cometer el acto más idiota de tu vida.
            -¡Vaya! Tal parece que la razón está completamente apoderada de tu mente ¿Qué le has hecho a tu pasión?
            -Cómo se lo dije, decidí que no la necesito.
            -¿A qué se debió que llegaras a esa conclusión?
            -Líos amorosos, de hecho, por ella tuve muchos problemas con distintas mujeres, cada uno con graves consecuencias para la frágil condición psicológica que tenía en ese entonces.
            -Ya veo, ¿No te parece un poco injusto haberle hecho eso?
            -No, ya que varias veces parecía estar acurrucada con una falsa, filosa e hipócrita sonrisa y, por compasión, varias veces le perdoné.
            -¡Qué precipitado! Debiste haber dialogado con ella, conocer sus motivos.
            -Pues lo único que le interesaba era ahogarse en las cenizas de los falsos sueños creados por ella.
            -Joven amigo, has violado la pureza de tu alma y cuando la pureza es violada, tres días no son suficientes para resucitar.
            -Tampoco creo en eso de resucitar, me parece que ese concepto es un lugar donde las personas esparcir sus inútiles esperanzas.

Ahora Alberto me ve con una cara escandalizada, mis palabras parecen haberlo dejado atónito y sin habla.

            -Alberto, me pareció interesante tu platica, pero ya casi es hora de que vaya al colegio.
            -Muy amigo mío, pero no creas que será la última vez que nos veamos, haré lo que me aconsejaste e iré a la comandancia de policía, te veré algún día de estos, por que vaya que necesitas una inmersión en los laberintos de tu mente.
            -¿Una inmersión en los laberintos de la mente?
            -Así es, tal vez así logres llegar a un equilibrio entre tú razón y tú casi muerta pasión.
            -Tal vez Alberto, por ahora me voy.

Abandono el parque, ahora lo que me intriga ya no son los problemas y asuntos del colegio, sino cómo serán esas inmersiones en mi mente. Creo que la temporada por venir será una ajetreada y tortuosa época para mi mente.

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