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miércoles, 1 de junio de 2011

Capítulo VI Delirium tremens


            -¡De prisa llévenlo al cubículo 7!-instruyó un enfermero- ¿Quién le hizo esto?
            -No se identifico al sujeto-respondió el paramédico-. Quién lo encontró no supo decirnos.
                         
Pasan rápido por varios corredores y llegan al cubículo 7, cambian al herido de la camilla a la cama. Un grupo de enfermeras, bajo el mando de un doctor, se encargan de suministrar los sueros y conectar los aparatos de respaldo vital.

-¿Cuál es su condición?-pregunto el doctor.
-Heridas profundas en el pecho y mano por arma blanca-respondió una enfermera.
-¡Esta perdiendo mucha sangre!-dijo el doctor-.Preparen una transfusión ¡rápido!
-¡El pulso está bajando!-gritó una enfermera-. ¡Se nos va! ¡Se nos va!


En una habitación, apenas iluminada por una vela, se veían dos personas heridas, ambos tendidos en el suelo sobre grandes charcos de sangre. Los casquillos de las balas percutidas se encontraban muy cerca de una ventana rota, los cristales despedían un tenue y fantasmagórico resplandor.

            -¿Puedes levantarte?-preguntó lastimeramente J. Alberto.
            -No lo sé-respondió José- Déjame intentarlo.-Soltó un gemido de dolor y se desplomó en el suelo.
            -¡Ese maldito me disparo en la rodilla derecha!-dijo.
            -Creo que a mí no-respondió J. Alberto mientras se ponía de pie-. Pero tengo destrozada la mano derecha y dos balas en el pecho.

Lentamente levantó a José del suelo y lo colocó en el sillón que ocupaba, cuando escucharon pasos fuera de la habitación. Petrificados por el miedo, se quedaron inmóviles en su lugar a esperar el regreso de Aljeos, pero cuál fue su sorpresa al ver entrando a “Él”.

            -¡¿Qué haces aquí?!-exclamó José- ¡Si estás aquí se supone que estas en peligro de muerte!
            -Más bien sería ¿Qué hacen ustedes aquí?-dijo “El”-. No importa porque estoy aquí, lo importante es que restablezca un orden entre ustedes cuatro.
            -No necesitamos un orden-dijo José-. Solo necesitamos un bando ganador, y si J. Alberto y yo logramos ganar sobre esos impulsivos e idiotas de Alberto y Aljeos, se llegara a un verdadero estado de perfección.
            -Entiende que no debe haber ganadores-respondió “Él”-. Yo soy ustedes y ustedes son yo, si alguno falta no se logrará un buen resultado.
            -Tiene razón en eso José-dijo J. Alberto-. Es lo que antes decía.
            -¡Cállate!-gritó-. Eso que dice ya está influenciado por esos 2 imbéciles, ¿No entiendes?
            -Ah…-suspiro J. Alberto-. Desde hace algún tiempo que tengo la idea de que el que quiere imponerse eres tú.
            -¡¿Cómo te atreves?!-se indigno José-. Después de todo lo que he resuelto con la más rápida y efectiva manera.
            -Si-interrumpió “Él” -. Y lo has hecho bien. El punto es que te quieres imponer sobre los demás, y eso amenaza la estabilidad de la restructuración mental que se ha iniciado.
            -Además-agregó J. Alberto-. El caso de esta chica Ingrid podría ayudar en lugar de afectarlo todo como tú dices.
            -J. Alberto-dijo José-. Me da lástima ver cómo has caído ante esas idiotas ideas creadas por un par de imbéciles.
            -Por cierto-dijo “Él”-. Todo el desastre que pasó con Fernanda fue tu culpa.

José se queda petrificado al verse evidenciado, era su único error y el que más le dolía que le recordaran. “Él” soltó una carcajada, mientras se entretenía contemplando la ventana rota.

            -Vaya que a Aljeos le gusta dejar huella-mencionó-. ¿Sigue siendo el mismo de siempre?

Ante el silencio que guardaron ambos  “Él” dedujo que no había cambiado en lo más mínimo.

            -Me gustaría quedarme un poco más-dijo al fin-. Pero no puedo, tengo que volver.


-Apenas y lo salvamos-dijo el doctor-. Las heridas eran profundas y la mano izquierda nos dio varios problemas, además, estuvo murmurando mucho mientras estábamos atendiéndolo, probablemente sufrió alguna alucinación.
-¿Ya despertó?-pregunto una chica
            -Aún no-respondió el doctor-. Pero podrá pasar a verlo en cuanto terminemos las transfusiones de sangre, le cambiaremos de urgencias a recuperación.


¿Qué fue lo que paso? Solo recuerdo lo último que pasó en el parque y aquella voz al final. Además no sé como llegue a este hospital, todo es muy confuso. Me pican las vendas, las heridas que me hizo Aljeos punzan. La sangre cae lentamente de su empaque y fluye dentro de mis venas, tengo la mano izquierda completamente vendada al igual que el pecho. ¿Habrán avisado a mis padres? Me preocupan un poco. El ambiente de ese hospital era aburrido, solo me quede contemplando el techo.

-Qué bueno que ya despertó-me dijo un doctor-. Se les dio aviso a sus padres y ya vienen en camino.
-Gracias-dije-. ¿Eh podría decirme quien me trajo aquí?

Antes de toda respuesta salió a mí encuentro Sonia, mi anterior compañera, la anterior a Fernanda.

            -¿Por qué siempre que te veo estas metido en líos eh?-dijo con una sonrisa sarcástica en su rostro.
            -Pues no sé-le contesté despreocupado-. Siempre me agarras en curva, me traes mala suerte.
            -¿Quién te hizo eso?-me pregunto.

Después de que el doctor dijo sus últimas instrucciones y se retiró, le relaté a Sonia toda la historia detrás de Alberto y mis múltiples personalidades tan polarizadas que me han llegado a hacer daño, tal y como lo hizo mi furia, que, al ver un destello de razón, me atacó.

            -Ah…-suspiró-. Ya eres el tercero que conozco con eso, un amigo homosexual, bueno bisexual y…mmm... ¿Cómo crees que recibirás este golpe?

Se levantó y se dirigió a la entrada, llamó a alguien, y tras ella apareció una chica muy parecida a ella.

            -Ah… ella es Violeta... mi pareja-dijo, un poco apenada.
            -¿Qué esperabas que hiciera?-dije-. No me lo tomo a mal.

Platicamos largamente, pero procure no preguntar nada en absoluto sobre ellas, su relación es su asunto, yo no tengo nada que ver ahí. El tiempo paso y  ellas tuvieron que irse.

            -Fue un buen detalle que no nos cuestionaras-me dijo-. Pero te diré que hubo alguien más después de ti.
            -Igual en mi caso-respondí-. Pero no tienen importancia.
            - De igual manera-me contestó-. No puedes evitar de quien te enamoras.
            -Siempre tan razonable-le dije.
            -Si…-me dijo y meditó un rato-. Pero entre más sabes…más sufres.
            -Es casi como digo yo-agregué-. Siempre más cerca, siempre más doloroso.
            -En cuanto te recuperes-agregó-.Te invito a platicar sobre ello
            -De acuerdo-respondí-. Yo te llamo.

Se despidió con un gesto de la mano y salió con Violeta. Extrañamente me sentía alegre por ellas, una especie de empatía que jamás había experimentado, pero me sentía bastante cansado, así que decidí acomodarme en la cama y dormir un poco más.


            -Apenas y se salvo-dijo-. J. Alberto.
            -Cállate-dijo un José muy desmejorado- ¿Cómo pudo ella convertirse en…en eso?
            -¿Te asusta?- preguntó.

El ambiente de la habitación se volvió tenso, J. Alberto se dirigió a la puerta y salió, por última vez se verían, por última vez José controló a J. Alberto.

-La inevitable confrontación de los cuatro se ve cada vez más cerca, el ataque de Aljeos casi le cuesta la vida a “Él”-pensó J. Alberto-. Alberto y su inmersión, ¿y yo? Creo que debo pensar en algo, quizá algo parecido al plan de Alberto.

Y sigue caminando por calles vacías, sus pasos producían un leve eco que se perdía en esas calles, donde no tardaría en dejar de transitar.


¡Ah! Como son extraños estos sueños. La brillante luz de los focos del hospital me despertó antes de saber qué es lo que haría J. Alberto, me hubiera gustado saber qué es lo que planea. Pasan y pasan las horas, una enfermera cambia el paquete de sangre agotado por uno de suero, al parecer, he recuperado toda la sangre que perdí, Aljeos es de cuidado, espero no tener que verlo así siempre.

            -¡Hijo!-grita mi madre.
            -No llores mamá-le digo y seco sus lágrimas.

No puedo explicarles que me ataco mi furia, así que invento una historia de un asalto y que opuse resistencia. Después de un poco de plática, mis padres son llevados a la sala de espera hasta que pueda salir por mi propio pie.

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