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martes, 31 de mayo de 2011

Capítulo V Furia


La búsqueda eterna, la prolongada espera.
Por el ser amado, por lo que sea.

Testaruda persona que es la que se queda
¿Y para qué?
Explícame porque… ¿Solo amor?

¡El amor no genera frutos!
No me vengas con mentiras,
¡Tan solo crea difuntos!

¿Acaso crees en todas esas chucherías?
La pasión es la reina de las tonterías.

Amor, amor... ¡Eso es solo una ilusión!

            -¿Qué te parece J.A.?
-Nada mal, nada mal- respondió el aludido-. Representa exactamente lo que opinas en esos asuntos.
            -Si, pero estamos perdiendo terreno-dijo con fastidio-. ¡Maldito idiota! ¿Cómo se atreve a revelarle todo?
            -¿Tanto te molesta?, Mira que él solo parece un niño divirtiéndose, además su comentario viene ayudándonos, facilita la interacción con “Él”
            -Cierto-respondió el primero-. Pero “Él” ya no es el mismo.
            -Jamás será el mismo por siempre, deberías saberlo.
            -Cierto, y lo que más me inquieta es la facilidad con la que Aljeos tomó el control esa noche.
            -Si, exacto-respondió con preocupación J.A.- Se está saliendo de control.
            -Lo más probable es que sea el siguiente en salir.

Qué extraña discusión, ¿Quiénes son? Me parecen conocidos. Despierto por completo, han pasado unos días desde que conocí a Ingrid y, debo admitirlo, me he sentido extrañamente contento y optimista, Alberto ha hecho un poco de ausencia como acostumbra.

Me preparo para ir al colegio, al parecer será un día soleado, de cualquier manera escojo mi habitual conjunto: camisa, playera de manga larga debajo, pantalón y zapatos negros. Por ellos me he ganado el mote de “el migraña”, también debido a mi usual mal carácter y tendencia a permanecer solo. No soporto la presencia de más de 5 personas, más me empiezan a desesperar. Igualmente odio el transporte público, más cuando está repleto, con tantas personas hablando y quejándose, que me saturan el pensamiento.

            -¿Qué paso Beto?-me saluda Andrés-. ¿Otra vez de negro?
            -¿Qué hay de malo en ello?
            -Nada…migraña oscura.

Y así empieza mi día, primera clase 7 am., ultima 3 pm. No suelo ser sujeto de rumores o chismes en el colegio, pero Andrés se encargo de difundir que me vio con una chica en el gato negro, ahora, mi usual y desapercibida existencia, es el foco de atención debido a lo extraño que les resulta el suceso a mis conocidos y, peor aún, a desconocidos.

            -¿Cómo se llama?-pregunta engorrosa.
            -¿Dónde la conociste?-pregunta entrometida.
            -¿Son novios?-pregunta que colmó el vaso.
            -¡Basta!- grite-. Carajo ¿Acaso tengo que decirles todo lo que me pasa?
            -¡Ay cuidado! ¡Ya le salió lo migraña!-grito Andrés.
            -¡Calla estúpido!-conteste enfurecido-. ¡Todo esto es por tu culpa!
            -A ver jóvenes calmados- dijo el profesor de matemáticas-. Siéntense que la clase va a comenzar.

¿Qué es esta sensación ardiente en mi pecho? Es como si algo en llamas quisiera salir de adentro. Pasan y pasan las horas, los recesos, donde cualquiera al verme me apunta con el dedo y murmura algo como “fíjate que al migraña…”, vaya día. Pero al menos queda algo de esperanza, Alberto me pidió que fuera al mirador para charlar un poco hoy a las 9 de la noche, quizás con el pueda saber que es esta sensación de ardor en mi pecho.

Me dirijo a la cooperativa escolar a comer, más por costumbre que por hambre, donde la gente que está ahí  se me queda viendo y algunos hasta preguntan, lo único de reciben por respuesta de mi parte es un profundo silencio y una mirada que los hacía retroceder y arrepentirse de haberme preguntado.

            -¿Estas molesto conmigo?-. Pregunta Andrés mientras se sienta en mi mesa.                    -No me molestes, torpe-. Le contesté agresivo.
            -Calmado, calmado-dijo-. ¿Sabes que hoy tu mirada ha asustado a medio mundo?
            -¿En serio?-dije sorprendido-. No lo había notado.
            -De cualquier manera, has estado un poco extraño desde hace unos días.
            -Mmmm... ¿Y?
            -Al verte con esa chica-agregó-. Bueno, pues pensé que ella era la que te hacia actuar así.
            -No saques conclusiones por adelantado- le dije-. Alguno de estos días no me encontraras de humor.
            -OK, nos vemos.

Se va y termino de comer, pago la suma acostumbrada y me dirijo a la última clase del día.
Y como se lentifica el tiempo cuando deseas que pase pronto, seguramente es precisamente por eso, porque quiero que pase rápido, da igual, finjo un poco de atención, participo en clase y el profesor la da por terminada.

            -Nos vemos Beto
            -¡¡Nos saludas a tu novia!!

Por fin, un respiro en este día tan pesado, con tantas miradas sobre mí, el peso de los cuchicheos sobre la espalda, la tensión generada a lo largo del día me tiene exhausto. Apenas y llego a casa me tumbo en la cama y me quedo profundamente dormido.


En una casa majestuosa, a través de una ventana se ve como conversan dos personas, una más alta que la otra, se les nota preocupados, hablan apresuradamente y apenas si respiran.

            -Esta rebasando los límites que tenia-dijo el más alto.
            -Y eso no es lo más preocupante-repuso el segundo-. Tomó el control gran parte del día.
            -Cierto, me temo que no tardara en salir-dijo.
            -Si ese idiota de Alberto provoca a “Él” es más seguro de que Aljeos salga por completo.

Siguen discutiendo cuando, de pronto, callan debido a que escuchan un ruido fuera de la ventana. El más bajo se asoma  cuando, repentinamente, se rompe la ventana y una mano lo toma por la garganta. El sujeto que lo tenía sometido era ni más ni menos que Aljeos, un tipo mediano, vestido con un desgastado conjunto: pantalón de mezclilla, una playera, chamarra de cuero y botas negras. Parecía que apenas había escapado de una celda, pues traía colgando de las muñecas y tobillos, viejos y oxidados grilletes con fragmentos de cadena. De sus grilletes escurría sangre, bajo la larga y negra melena se asomaban unos ojos llenos de odio y furia, dándole a su rostro lobuno una expresión aterradora.

            -Jamás-dijo con odio, mientras entraba a la habitación-. Jamás des por hecho lo que voy a hacer ¿Me oíste?
            -¡Suéltalo Aljeos!-exigió el más alto.

Aljeos le arrojó una mirada asesina y J. Alberto retrocedió, él soltó una fría carcajada llena de malicia, levantó aun más alto a José, que cada vez se retorcía más por la falta de aire.

Parecía estar divirtiéndose ahorcándolo, pero lo arrojó con desprecio a los pies de J. Alberto. José tosió y respiró a grandes bocanadas, mientras Aljeos sacaba una caja de cigarrillos negros y encendía uno.

            -¿Qué es lo que quieres?-peguntó rasposamente José.

Aljeos los miró despectivamente, tomando una bocanada de su cigarro y exhalando lentamente se fue acercando a ambos que permanecían atónitos y horrorizados.

            -De ustedes…nada-dijo-. Solo quería verlos antes de irme de aquí. Quería ver al par de malditos que me encerraron por años en esa pútrida celda.
            -¡Es que acaso no recuerdas todo el daño que causaste con tus actos!-gritó J. Alberto.
-¿Cuál daño?-contestó golpeadamente-. ¿Proteger a “Él” es hacer daño?, el único que me creyó fue Alberto, y a él es al único al que guardo respeto.
            -Pues pierdes tú tiempo-contestó José-.Hace meses que se fue.
            -¿Ya esta fuera?-dijo lentamente, fumando un poco más-. Perfecto, eso es perfecto.

Aljeos introdujo su mano a su chamarra y sacó una revolver Colt .45, José y J. Alberto retrocedieron aún más.

            -Ya sé que aquí adentro no puedo matarlos-dijo con un tono de decepción-. Pero, al menos, puedo dejarlos muy mal heridos.

...

-¡¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhh!!

Me despierto sobresaltado, sudando frío, esa pesadilla fue demasiado real, demasiado vivida. Me levanto temblado y voy a la cocinita por un vaso de agua, me tomo una pastilla para los nervios, pero no hace efecto, de hecho, empeoró como me sentía.

El reloj marcó las 6 de la tarde, es muy temprano como para ir al mirador a encontrarme con Alberto. Tomo una ducha caliente y me cambio de ropa, después, me dirijo a matar el tiempo en el mirador hasta que Alberto se aparezca. Ya en el parque del mirador, ocupo una de las bancas que  se encuentran pegadas a la pared del kiosco, cuando escucho un par de voces conocidas.

            -¿Entonces nunca sentiste nada por Beto Fernanda?-pregunta Andrés.
            -¿Ese? ¡Bah!  Tuvo su oportunidad y no la supo aprovechar-respondió ella.
            -Qué mala eres-dijo-. A él bien que se le notaba que le gustabas.
            -¿Sabes qué?-dijo-. Me gusta más su primo y ya vámonos que hace frío.

Los oigo alejarse, mi pecho es una flama incandescente, de repente, siento como si me explotara el corazón, como si mi pecho se abriera por la mitad. Abrumado de dolor me tumbo en el suelo.

            -José Alberto ¿Cierto?-dijo una voz fría y seca.
            -Si-asentí-. ¿Y tú quien eres?
            -Aljeos-contesto-. Tú furia
            -¿Qué no se supone que el que salgan de mi debe ser indoloro?
            -A mi no me interesa seguir las reglas de esos-me contestó seco y duro-. Solo dime ¿Qué vas a hacer respecto a esa perra?
            -Nada-dije-. ¿Qué ganaría?
            -¡Ah! ¿Estoy hablando contigo José?

Aljeos metió su  mano a su chamarra y sacó una navaja, lanzo un navajazo que logro pasarme a cortar gran parte del pecho.

            -¡¿Qué diablos te pasa?!-dije mientras sangraba copiosamente.
            -Yo no quiero hablar con la razón, ni el equilibrio-dijo jugando con la navaja entre los dedos-. No, yo quiero hablar con la integración, aún te falta, porque ninguno de los 4 está presente en igual medida.

Arremetió de nuevo contra mí, apenas y logré poner mi mano en frente de la navaja, inmediatamente sentí un inmenso dolor y veía como la sangre brotaba a borbotones de la herida, mientras Aljeos clavaba más y más la navaja, se acercó a mi oído y me dijo:

            -¿Qué vas hacer?-preguntó con una cara maniática-. ¿Esconderte, huir y dejar las cosas inconclusas? Por favor no seas un niñito, nos necesitas a nosotros y nosotros a ti ¿No lo comprendes? Nosotros somos tú…
            -Y yo soy ustedes-dije débilmente.
            -Exacto-respondió con una risa maliciosa-. No te preocupes, no creo que mueras por estas heridas, tu deseo de vivir es muy grande y dudo que yo pueda destruirlo-hizo una pausa y continuo-. Claro, siempre y cuando, no te dejes vencer por ti mismo.

Sacó rápidamente la navaja de mi mano y se marcho, lo último que vi de él fue como limpiaba la sangre de la navaja y se perdía al doblar por una esquina. Estaba perdiendo mucha sangre, no podía levantarme. Empecé a abrazar la idea de que moriría en el parque, cuando, de la nada, escuche una voz de mujer.

            -¡Alberto! ¡¿Qué te paso?!-exclamó.
            -Yo…solo…

Perdí el conocimiento, no reconocí la voz, no era Ingrid o Fernanda, pero su voz me sonaba tan familiar, tan arraigada en mi mente… ¿Quién era?

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