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lunes, 16 de mayo de 2011

Capítulo IV Ingrid

En un tranquilo bar estaban dos personas hablando, uno más alto que el otro.

            -¿Cómo habrá logrado salir?-preguntó el más alto mientas sorbe un poco de su copa de vino.
            -En realidad es muy sencillo-respondió el otro-Solo tenemos que estar  en el lugar adecuado en el momento más inesperado, así podremos salir.
            -Pero ¿Acaso no dejaremos un vacío aquí adentro?
            -No del todo, recuerda que somos parte de él, él es todo, nosotros solo somos una parte, además, nunca abandonaremos del todo el interior, tendremos un recipiente externo, un huésped, si así lo quieres ver.
            -¿Entonces viviremos?-pregunto el otro.
            -En teoría, no recordaremos lo que antes hicimos aquí, pero nuestras formas de pensar seguirán intactas.
            -¡Ya quisiera ver la cara de Alberto al vernos!-Rió el primero.
            -No estoy seguro de que nos reconozca, ni nosotros a él, quizá con el tiempo nos recordaremos unos a otros.

Y siguen platicando, planeando su fuga, mientras siento una brisa, percibo un suave perfume y un agradable olor a comida. Lentamente me despierto y ella me saluda jovialmente.

            -¡Buenas tardes! Vaya que duermes profundo, pensé que con el ruido de la cocina te despertaría.
            -Te diré, es la primera vez que duermo tan bien-dije.
            -¿En serio?-pregunto mientras colocaba un sartén al fuego.
            -Si normalmente solo duermo unas tres o cuatro horas-contesté mientras me sentaba en una silla.
            -Pues hoy rompiste con esa tradición, es la una.
            -Si tienes razón, a todo esto ¿Cómo te llamas?
            -Pensé que nunca lo preguntarías, me llamo Ingrid.
            -Ah vaya, yo me llamo Alberto, bueno en realidad tengo otro nombre pero me llaman más por Alberto.
            -Yo también-respondió-Pero ese nombre forma parte de lo inefable.

Ambos reímos, ella siguió cocinando algo que no me dejo ver y yo tomando una taza de café.

            -Alberto ¿Te puedo preguntar algo?-dijo al cabo de un rato.
            -Si, adelante.
            -¿Por qué no tienes nada de comer en tu refrigerador? Cuando quise preparar algo vi que solo tienes hielos, latas de refresco y un poco de leche.
            -Ah, eso, pues verás, normalmente nunca como aquí, los refrescos son para cuando llego a tener visitas y la leche para mi café.
            -¿Tomas mucho café?
            -Solo una taza en la mañana y otra en la noche.
            -Ya veo.

Por fin, después de unas horas, Ingrid terminó un platillo que consistía en una porción de carne asada con vegetales salteados y un puré de papa. Como era la primera comida que se hacía en mi casa, consideré que sería la ocasión perfecta para sacar un vino que, por impulso, compré cuatro años atrás, un vino tinto algo seco.

            -Esto es para darte las gracias por lo de la madrugada-dijo.
            -¡Bah! No fue nada, solo lo ahorqué y eso fue todo-contesté.
            -No digas eso, que por un momento te tuvo a su merced.
            -Es cierto.
            -Además tienes un ojo morado.

Volvimos a reír, la comida estaba deliciosa y el vino la acompañaba excelentemente. Después de comer le propuse dar un paseo por la ciudad, aceptó y, además, dijo que podríamos ir al gato negro en la noche.

            -¿Lo conoces?-dije sorprendido.
            -Si, mi casa queda cerca de ahí.
            -Oye, a propósito, ¿Qué hacías en ese bar?
            -Ah, pues tenía que cobrarle un dinero a ese tipejo
            -Vaya, creo que después de eso ya no te lo va a pagar.

Reímos otra vez  salimos a dar el paseo por la ciudad. Era una bella tarde con rayos rojos y naranjas que se reflejaban en las nubes, anunciando el fin de este día.

Y vaya día, que en menos de tres horas me llevo a tener mi primera pelea, casi matar a un hombre y después llevar a una desconocida a casa, todo esto iba completamente en contra de la monotonía que se había apoderado de mi vida.

            -Sabes, siempre he pensado que soy una especie de pseudomisántropo- dije al cabo de un rato.
            -¿Por qué?
            -Por qué, es difícil explicarlo, siempre han pesado mucho los recuerdos en mi, tienen un poder absoluto sobre lo que hago, además, siempre mantengo mi distancia respecto a otros y cuando llego a formar una relación, siempre el golpe me lo llevo yo.
            -Mmm, parece que temes lastimar y salir lastimado-dijo.
            -Si, por eso la distancia y aun más, aunque trato de eliminar el poder de los recuerdos, no puedo, siempre regresan.
            -¿Eso qué tan seguido lo haces?-preguntó.
            -Muy esporádicamente.
            -Ahí está el problema, hazlo a cada momento, nada en ellos, ahógate si quieres, piensa y piensa en ellos por días y verás cómo, poco a poco, los recuerdos van perdiendo su poder.
            -Muy bien, lo haré.
            -Bueno Alberto, hemos llegado a mi casa ¿Te parece bien que nos veamos en el gato negro dentro de dos horas?
            -De acuerdo.
            -Hasta pronto-dijo y se perdió tras la puerta.

Vaya día, vaya día, al parecer mi corazón se ha vuelto a abrir a alguien, para Alberto deber ser algo digno de festejarse, pero para mí es preocupante, mostrarme humano me aterra, paso enfrenté del gato negro cuando Alberto va saliendo.

            -¡Vaya casualidad joven amigo!-dijo alegre.
            -Cierto, ¿Dónde te has metido?
            -Ah, eso no tiene importancia, pero quiero saber algo ¿Quién era esa chica con la que pasaste hace un rato?

Relaté todo lo acontecido a Alberto, que tenía una cara de gran contento y alegría.

            -Con que Ingrid ¿Eh? ¡Pero me sorprende más todo lo que hiciste!
            -A mí me preocupa
            -Vamos, deja esa fría razón, un equilibrio entre pasión y razón es lo que necesitas, además de la inmersión en los laberintos de la mente.
            -¿Cómo son esas inmersiones?
            -Ya lo verás, ya lo verás, por ahora solo te puedo decir que consiste en una serie de preguntas.
            -¿Qué clase de preguntas?
            -Ah, sobre esto y aquello-dijo restándole importancia-Pero tengo algo más importante que decirte, más bien es un mensaje para alguien-hizo una pausa y después dijo en un tono profundo, casi de ultratumba-Dentro o fuera da igual, siempre estaremos ligados a él mis amigos.
            -¿Qué?-pregunté extrañado y asustado.
            -Tranquilo, es para unos amigos míos dentro de ti, pronto los conocerás.
            -¿Cómo? ¿Dentro de mí?
            -Claro, son parte de ti, yo salí de tu interior, tengo una vida corpórea aquí afuera, pero cuando todo el proceso que se ha iniciado para ti termine tendré que volver.
            -¿Qué proceso?
            -Ah, verás, cada parte de tú personalidad saldrá y cuando lo haga se pondrá en contacto contigo, cuando todos hayan salido, tú tendrás que decidir cuáles regresarán y cuáles no, para ser sincero, solo somos cuatro.
            -¿Y quiénes son?
            -Tomamos uno de tus nombres, yo soy tú pasión y tomé Alberto, tú razón tomó José y el tercero que es un equilibrio entre José y yo, tomó tus dos nombres, aunque a él José lo tiene completamente manipulado.
            -¿Y el cuarto?
            -Él es al que ninguno de nosotros tres tratamos, tú furia tomó por nombre Aljeos, una mezcla de tus dos nombres y es el del único que hay que cuidarse.
            -¿Por qué?
            -Ya lo sabrás, por ahora no te quito más tiempo, tienes una cita y no debes faltar y te doy un consejo-se acercó y me dijo al oído-No la dejes ir.

Se despidió y se perdió entre la gente que caminaba. ¿Cuándo conoceré a mis personalidades? ¿Dónde? Me quede parado un buen rato, cuando escucho abrirse una puerta. Es Ingrid. Sonrío.

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