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domingo, 21 de octubre de 2012

Capítulo XX Los quince años parte III


-Confusión-

Había sido un fin de semana intenso, más por la resurrección de el motor S2, el segundo intento de volver con Sonia, pero no creo que sea exactamente el mismo, tiene una especie de aumento en los deseos carnales, me asusta, desplaza por completo a Ingrid de mis pensamientos, aunque sé que se toparía con una negativa, este motor es muy agresivo.

No mostraba seña alguna de la tormenta interior que tenía, centraba todas mis fuerzas en mantener una fachada estable, por suerte, aunque lamente decirlo, Ingrid me llamó para decir que saldría de la ciudad por la semana pero que llegaría para la fiesta.

            -Perdón Alberto, pero tengo que ir a hacer algunos trámites a mi casa.
            -Na, no hay problema-respondí-¿Pero llegarás?
            -Si-contestó-Llego directo a la fiesta, ¿la dirección está en la invitación que me diste?
            -Ajá, está en la tarjeta.
            -Bueno-dijo-Nos vemos en la fiesta.

Si Ingrid me hubiera visto, habría adivinado todo lo que me pasaba, parece que ella pudiera ver a través de mí y peor, la hubiera entristecido por el sentimiento por Sonia y el egoísmo que lo alimentaba.

Pasaron los días y la fecha de la fiesta se acercaba, ya había enviado la batería con Hugo para que todo estuviera listo a la hora de la tocada, afinamos algunos detalles como los horarios por teléfono. Me aterraba esa fecha y ni estaba muy seguro por qué, todo en mi cabeza era muy confuso, no sabía qué era lo que pasaría pero, pasase lo que pasase, todo estaría bien, ni si quiera tenía idea de por qué tenía la certeza de que todo saldría bien, es como si solo lo supiera.

Tomé la libreta de mis versos y escribí:

¿Debería? ¿Podría? ¿Te tendría?

No, no lo sé, te quiero destruir y no puedo, siempre hay algo por lo que no puedo, te deseo y sé que no te tengo, sin embargo sigo aquí, de terco.

Me has asustado, has cambiado, los años no pasaron en vano, ya no eres la misma a la que quise, y sigo en este juego de no irme.

He perdido las esperanzas, he perdido cientos de corazones, la sangre está seca y me desgarro el alma en miles de direcciones.

Vagué, vago y vagaré perdido en mi propia inmundicia, creada por tanto deseo y codicia, me desvelo por recuerdos, por viejas noticias.

Aquí ya no queda nada, este cascarón viejo se ha roto, las cadenas han sido retiradas y tiemblo, mis piernas no me aguantan, me caigo y me arrastro, las luces me espantan.

Siempre perdí la dirección, jamás acepté ayuda, nunca vi las señales, creí tener la razón, termine encerrado dentro de mi propia prisión.

¿Importa si digo que te amo? No, no tiene sentido, el amor es algo de lo que me he desentendido, lo tuve, lo perdí y lo busco, pero se ha escondido.

Pese a las oportunidades y la ayuda, no veo más allá de mis propias necedades, pienso que la mano que tomo es la de mis ilusiones.

Vuelvo a lo mismo, es un cabaret vicioso, un círculo que recorro por simple ocio, sigo cualquier indicio, cualquier seña que yo me crea como algo precioso.

Ya no quiero seguir en esto, es un infierno, un tormento, alguien por favor, ayúdenme, sáquenme, ¡Libérenme!

Corro, escapo, no hay más paredes ni inhibiciones, seré libre este viernes.

Ya un poco liberado por escribir eso, me senté y cerré los ojos.
 […]

-Extraña reconciliación-

Pasaban de las tres de la tarde, tenía una hora que había salido, pero no tenía ganas de irme, me paseaba por los pasillos y me sentaba cuando ya me había aburrido. Después de una media hora de andar deambulando por el colegio me topé con Fernanda, estaba sola, sentada en la biblioteca leyendo un libro de informática, sin pensármelo mucho me senté al lado y dije:

            -¿Haciendo tarea?
            -Eeeeh, pues sí-dijo mientras me miraba con un gesto de sorpresa-¿Y ahora ese milagro de que me estés hablando?
            -Pues creo que era cuestión  de tiempo-contesté-Ya ha pasado un buen rato, ¿Un año?
            -Si-continuó mientras hizo un poco de lado su libro-Parece que fue ayer cuando apenas y salíamos por primera vez, entonces de repente todo se vino abajo.
            -Estábamos apenas en el primer semestre en este colegio-recordé-Quizá, solo éramos dos chiquillos jugando a quererse.
            -Ja ja ja-rió ante el comentario-¿Y eso de dónde te lo robaste?
            -Pues a veces llego a tener buena vena poética muchacha.

Seguimos charlado por un buen rato, como creí que nunca podríamos volverlo a hacer, de repente, recordé la escena de cuando Aljeos me atacó.

            -Oye ¿es cierto que te gusta mi primo?-pregunté-Qué yo sepa solo vino una vez a visitarme, poco antes de que termináramos.
            -Pues solo lo dije porque sabía que estabas cerca-se ruborizó un poco mientras lo decía, pero se puso sería al continuar-Pero de haber sabido que te atacarían poco después, no habría dicho eso.
            -Ya veo-dije y me recargué sobre mi lado derecho-Y dime ¿Ya tienes novio?, los rumores dicen que tienes uno.
            -Ah, pero si ahora hasta rumores andas escuchando-dijo divertida-Pues sí, es una amigo de Andrés, se llama Sebastián, es un buen chico, pero tenía un poco de miedo que tú lo supieras, piensa que por cómo eres de raro, lo puedas golpear o hacerle vudú.
            -Chale-dije dejando caer un poco mi cabeza cómicamente-¿Esa es la idea que tiene la gente de mí?
            -Pues yo escuche de él que vio como dejaste golpeado a un tipo fuera de un bar, ¿Es eso cierto?-me preguntó apuntándome con su lapicero.
            -Pues sí-admití un poco despreocupado-Pero estaba molestando a una chica, así que fue justificado.
            -Pero según dicen, el tipo tenía varios huesos rotos y estuvo un buen tiempo en el hospital-añadió.
            -Ay-dije con cara de sorpresa-Creo que se me fue la mano.

Reímos, en eso llegaron sus amigas y se fue con ellas, también pasó Andrés por ahí y me fui con él.

            -¿Estabas platicando con ella?-me preguntó asombrado-¿Desde cuándo…?
            -Hace poco menos de media hora-respondí antes de que terminara su pregunta.
            -¿Pero cómo?-volvió a preguntar incrédulo.
            -¡No tengo la más mínima idea!-exclamé entre risas y le puse un mano en la espalda-¿No quieres ir a comer?

Salimos de la biblioteca y fuimos a comer en la cafetería escolar.

[…]

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