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miércoles, 2 de enero de 2013

Capítulo XX Los quince años parte V


-Escenario  Nº 1-
Motores S: Origen

Tres años y cinco meses antes

El pulso como loco, las bocinas casi reventando, el público completamente enloquecido, en el escenario, “The Anonimus” deleitaba a la muchedumbre, pero el baterista se veía retraído, hasta ausente, su rostro no parecía inmutarse ni expresar la más mínima emoción, con un último remate, el batería dio por terminada la canción con la que el grupo se despedía.

            -¡AH!-respiró el vocalista ya en el cuarto trasero del escenario-Otra buena tocada, ¿Vamos por unos tragos?
            -Yo paso-dijo el baterista secándose el sudor de la cara-Me voy ya para mi casa.
            -Vamos calvo-le dijo el guitarrista-Ya pasaron más de dos meses, ya supera lo de María.
            -Anda-lo animó el bajista-Solo un trago.
            -Bah, de acuerdo.

Saliendo de ese cuarto y mezclándose con la gente se dirigieron a la barra, el vocalista pidió un tequila Sunrise, el bajista y guitarrista unas micheladas y el baterista un vampiro, cuando todos tuvieron sus tragos, buscaron una mesa libre, una vez sentados, todos chocaron los vasos.

            -Por “The Anonimus”-dijeron.

Pese a que se veía un poco más animado por el trago, el batería no dejaba de mostrarse ausente.

Al siguiente día, en el salón de clases que compartían los integrantes en el bachiller de la ciudad, todos se veían un poco trasnochados por la tocada y los tragos, de los cuales se les había ido la mano en la sexta ronda, pero trataban de tomar notas para no reprobar ese bimestre, del cual dependía el permiso de sus padres para mantener la banda.

            -Hugh-dijo el vocalista en un descanso-Vamos a la cafetería por un refresco o algo para comer.
            -Bueno Hugo-dijo el guitarrista-Pero yo solo quiero el refresco, si como algo siento que me voy a vomitar.
            -Ay mugre Oscar nenita-le dijo el bajista-Yo quiero una torta de jamón y un refrescote.
            -Eso lo dices tú Isaac-intervino el baterista-Pero a ti nunca te pega tanto la cruda.

Caminaron hacía la cafetería bromeando y comentado los detalles de la tocada de la noche pasada, ya una vez que compraron sus cosas e iban de regreso a su salón, Oscar el guitarrista propuso ensayar esa tarde.

            -Bueno-dijo el baterista-Pero después de que tenga lista la tarea de inglés para pasárselas.
            -¡Ah cierto!-exclamó Isaac-Qué bueno que lo dice Alberto ¿Cuál me toca?
            -La de matemáticas-le respondió Hugo-A mí me toca la de taller de lectura y la de química, total, es poca.
            -Y creo que a mí me toca de física y biología-añadió Oscar.
            -Bueno-dijo Alberto-Pasamos por Oscar a su clase de guitarra en la casa de la cultura como a las seis ¿no?
            -Perfecto y de ahí nos vamos a ensayar a la bodega y terminando hacemos la tarea-acordó Hugo.
            -Bueno apurémonos a tragar que ya mero empieza la siguiente clase.

Eran las seis y cuarto, en la clase de guitarra de Oscar ya se encontraba Alberto esperando a que terminara, mientras que una chica vestida de negro que practicaba enfrente de él lo veía intermitentemente, cosa que puso un poco nervioso a el joven baterista.

            -Perdón por llegar tarde-dijo Isaac al entrar-Pero me quedé a comer en mi casa y apenas terminé la tarea.
            -No hay problema-dijo Alberto e hizo un gesto con la mano-A este wey le falta otro rato en su clase.           
            -¡Ay mendigo Alberto!-le dijo Isaac dándole un codazo en las costillas-¿Ya viste? La chava de enfrente no más se te queda viendo.
            -Si ya me di cuenta-respondió sobándose las costillas-Me da algo de miedo, su mirada es como que muy penetrante.
            -¿Acaso eres idiota?-le contestó-Es porque le interesas, baboso.
            -Qué va ser.
            -Bueno-dijo Isaac-Yo si le voy a hablar, a ver qué pedo.
Y dicho esto, se levanto, tomó prestado un bajo y se puso a practicar cerca de la chica, al cabo de un rato ya estaban platicando, para Alberto le resulto un poco decepcionante el que no hubiera tenido las agallas para ir a platicar con la chica, pero desde el incidente con María, sus agallas parecían haberse ido de vacaciones.

            -¡Oye Alberto!-llamo su atención Isaac, sacándolo de sus pensamientos-¿Traes tu discman? Es que la compañera quiere mostrarme algo de música.
            -Espera-dijo revolviendo en su mochila-Por aquí anda.

Tras una pequeña espera sacó el aparato de su mochila se levantó y se acerco a ellos, le puso pilas y sacó el CD que llevaba dentro.

            -Ah, ese disco-dijo la chica-Es de una serie japonesa ¿Cierto?
            -Pues si-admitió Alberto-Es de “Escaflowne”, es muy épico, por eso me gusta.
            -Ya veo-comentó la chica-¿Has escuchado alguna vez a “Lacrimosa”?
            -No-respondió-Pero hubo un tiempo en el que estuve tentado a comprar uno de sus discos, pero algo me dijo que no lo necesitaría.
            -Weyes-intervino Oscar-Ya está el Hugo allá afuera, vámonos.
            -Bueno compañera…-Isaac hizo una pausa, como preguntándole su nombre.
            -Sonia-respondió-Sonia Carmona.
            -Sonia-continuó-Yo soy Isaac y él es Alberto, nos vemos.
            -Si quieres-empezó Alberto-Te puedo prestar el disco.
            -En otra ocasión-respondió Sonia y se despidió con gesto de la mano.

Ese encuentro estaba sellado, estos dos jóvenes empezarían un nuevo romance.

Pasaron unas semanas desde ese encuentro, el joven baterista se sentía recargado y lleno de ánimos, pensaba que podría tener una nueva relación, en cuanto terminará por extraer el tumor que se había vuelto la relación con María, de hecho esa misma tarde lo solucionaría.

Caminaba por las calles de la ciudad, tomando un pequeño atajo hacía al parque, vestía una chamarra de mezclilla gris, una playera negra con el logo de “The Anonimus”, unos jeans azul-grisáceo y unos tenis rojos, llevaba un paso seguro y decidido, para cuando llego al parque, en el kiosco lo esperaba una chica con gesto de enfadada.

            -Te tardaste-le reprochó-Dijiste que estarías aquí a las cuatro en punto.
            -Huy, perdón-dijo Alberto-Haber María ¿Cuántas veces llegaste tú tarde y jamás me quejé?
            -Bueno-se apenó-Pero no es para que me respondas así.
            -Mira-empezó Alberto-Acepté verte para terminar por lo sano con todo.
            -Pero yo no quiero terminar-le dijo María.
            -Hemos terminado y vuelto como tres veces-se exasperó Alberto-Esto ya no es amor, es solo un berrinche que tiene la niña.
            -¡Un berrinche!-le gritó-¡Tú eres el que ha tratado con una letal indiferencia!
            -Ah, buen titulo para una canción-bromeó.

María le dio una cachetada y antes de irse le espetó.

            -¡Muy bien!, lárgate con tu darketa, ya me contaron que la tratas muy bien, ¡pues vete con esa!
           
Alberto se quedó parado un rato en el mismo lugar, pensando que estaba bien haber terminado con ella, pero que quizás se le había ido un poquito la mano en la forma que lo hizo, se encogió un poco de hombros y regresó a su casa, tenía trabajo que hacer.

Al día siguiente, notó como María y sus amigas cuchicheaban a sus espaldas, decían cosas como que era un hipócrita, cruel y desalmado, lo que le resulto un poco divertido, incluso, solo para estar chingando, le pidió a Oscar  y Hugo que compusieran una canción sobre una letal indiferencia.

            -Ah no mames calvo-dijo Oscar-Esta muy gandalla ¿No?
            -Si, no chingues-añadió Hugo-Es como si nos burláramos de ella.
            -Bueno ya no-aceptó-Entonces mejor me salgo para no estar escuchando a esas viejas.

Se levantó de su butaca, tomó su mochila y salió del salón, pero cuando daba la vuelta, vio recargada en la pared bajo las escaleras a Sonia, se quedaron viendo un rato y Alberto solo hizo un gesto de recordar algo, puso su mochila en el suelo y busco algo dentro de ella, después de un rato sacó un CD de ella.

            -Ten-le dijo mientras le extendía la mano con el CD-Dije que te lo prestaría.
            -Ah…-respondió Sonia-Gracias.
            -No es nada, no es nada-dijo quitándole importancia-¿Qué hacías ahí abajo?
            -Solo me escondía de la luz del sol-contestó-Me quema a estas horas.
            -Ah-dijo-¿Piel delicada?

Siguieron platicando y Sonia reía de las ocurrencias del joven baterista, incluso se mostró alegre cuando Hugo se inmiscuyo en la conversación, cuando estaba a punto de terminar el descanso, a Alberto se le ocurrió una idea.

            -Oye ¿Te gustaría venir a uno de nuestros ensayos?
            -Bueno-aceptó-Al menos ya tengo una excusa para salir esta tarde.
            -Mira, para llegar, tomas la calle Revolución hasta la privada de Mina, después, buscas una bodega que dice “Almacenes García”, el ruido delata el lugar-explicó Alberto.
            -Nos vemos entonces-dijo Sonia y se despidió.

En el ensayo de esa tarde, Alberto se encontraba un poco a la expectativa de que apareciera Sonia tocando la puerta, pero ya casi terminaban de ensayar y ella no daba señas de llegar.

            -¡Vientos!-exclamó Hugo al terminar la canción-Ahora vamos a seguir con… ¿Quién chingados toca la puerta?
            -¡Esa no me la sé wey!-dijo en broma Isaac.
            -A ver-dijo Oscar y se asomó-Eeeeh, Alberto, ahí te buscan.

Salió a ver el joven baterista,  Sonia se encontraba esperando parada frente a la puerta, vistiendo una sudadera y playera negras y un pantalón de estampado militar.

            -Vaya viniste-dijo Alberto al saludarla.
            -¿Qué? ¿Creías que no?-respondió-Si quieres, me voy.
            -No, no, espera-y regresó a dentro, les dijo algunas cosas a los demás y salió con su chamarra y su mochila-Vamos por un hot-dog, muero de hambre.

Caminaron hacia el parque, dónde en la noche, se instalaban los puestos de hamburguesas y hot-dogs, platicaban un poco sobre los ensayos, Sonia había llegado a la hora, pero prefirió ver como ensayaban por una ventana y tocar cerca del final.

            -Pero te ves muy distinto cuando tocas la batería-le dijo Sonia-Pareces otro, lleno de energía y sin miedo a nada, pareces completamente feliz.
            -Ah, eso es ahorita-explicó Alberto-Pero unas semanas antes tocaba bien, pero muy cuadrado, o sea, no mostraba expresión alguna, tocaba tal y como es la canción, sin nada extra.
            -Qué raro-comentó Sonia-¿Desde cuándo regreso tu energía?
            -Unas tres semanas-respondió.
            -Pues es casi el mismo tiempo que llevamos de conocernos ¿no?-dijo Sonia.
            -¿A si?-dijo como si nada Alberto-Vaya.

Llegaron al centro de la ciudad y se acercaron al puesto favorito de Alberto y pidió su hot-dog.

            -¿No quieres uno?-le dijo Alberto a Sonia.
            -Me gustaría-le respondió-Pero en mi casa me obligaron a comer si quería salir.
            -Ah, bueno-dijo dándole una mordida al suyo-¿Al menos un refresco?
            -Ese si te lo acepto-contestó.

Cruzaron la calle hasta una miscelánea y Alberto compró dos refrescos de cola, le entregó uno a Sonia y se sentaron en una banca del parque.

            -¿Sabes? Es curioso-empezó Alberto-Pero yo no sabía que ibas al mismo bachiller hasta que te vi debajo de las escaleras.
            -Pues yo ya sabía de ustedes-le contestó mientras abría su refresco-Desde aquella vez que tocaron en un evento de primavera de la escuela.
            -¡Ah sí!... ese-recordó Alberto-¿En el que se me declaró María?
            -Ese mismo.
            -Bueno-continuó-Pues yo ya la terminé, era una relación un poco, pues, enferma.
            -¿Cómo enferma?
            -Ah, pues verás-dijo Alberto haciendo un ademan-Ella quería que fuera tal y como ella quería, tenía que actuar y pensar de una forma que le gustara, con el tiempo, me harté y traté de dejarla varias veces, pero ella me convencía prometiendo que iba a cambiar.
            -Ja ja ja ja-rió un poco-En este mundo, habiendo tantos millones de personas, solo nos preocupamos por una, cuando ya la tenemos, si no nos agrada como es, tratamos de cambiarla, pero cuando tememos perderla, haces todo lo posible para que no se vaya.
            -Huy que profundo-respondió Alberto con un silbido-Tu novio debe ser muy asiduo a la filosofía también.
            - No tengo novio-le contestó-Pero más porque no he querido.
            -Qué raro-se extrañó Alberto-Bueno, una chica como tú sí me parece para estar sola, pero, ¿Al menos has tenido?
            -No, ninguno-negó Sonia con la cabeza-Mis historias románticas se ven truncadas desde la secundaria.
            -Ah caray-dijo Alberto-¿Qué paso entonces?
            -Pues una “amiga”, que, curiosamente se llama María igual, me “bajó” al chico que me gustaba-contó Sonia-Es una historia realmente infantil.
            -Pues cada quién arrastra sus propias heridas y las cataloga según le plazca-dijo Alberto dando otra mordida a su hot-dog.
            -Puede ser-dijo Sonia tomando de su refresco y viendo la hora en su reloj-Bueno Alberto, ya me tengo que ir, solo tenía una hora de permiso y ya me pase por un buen tiempo.
            -Está bien-contestó Alberto y apuró los últimos bocados de su hot-dog-Te acompaño a tu casa.

Caminaron rumbo a casa de Sonia, en el camino, Alberto le pidió un número al cuál poder hablarle por si quería tener excusa para salir, Sonia le dio el de su teléfono móvil y le pidió el suyo.

Y así todo comienza.

Alberto se veía un poco preocupado, ya había salido unas pocas veces más con Sonia y habían intercambiado muchos mensajes por los móviles, pero ahora si se le iba a “declarar”, ya lo había insinuado por los mensajes y sabía que Sonia era muy perspicaz para no darse cuenta. Desde de las doce de la tarde Alberto estaba limpiando y ordenando su departamento, aunque la había citado a las tres. Ya tenía todo listo pero aún así se sentía muy nervioso, pero reunió coraje y espero sentado en su cama a que llamaran a la puerta, dieron las tres y poco después se escucho que llamaban a la puerta, Alberto se levanto y abrió, Sonia entro tras de él, aún llevaba el uniforme de la escuela.

            -¿A penas saliste?-dijo Alberto tratando de dar un tono relajado.
            -Pues si-le contestó dejando su mochila cerca de una silla-Hoy salgo a las tres.
            -Ah bien, bien-respondió Alberto-Eh, ¿Quieres un poco de refresco?
            -Bueno, muero de sed.

Alberto sirvió dos vasos y le dio uno a Sonia, se sentaron.

            -Bueno, ¿Qué es lo que pretendes con tus mensajes?-preguntó Sonia.
            -Eh, pues quisiera que supieras-respondió Alberto-Que eres especial para mí, eres algo así como un cohete que me atravesó.
            -¿Yo?-se sorprendió.
            -Si, bueno-continuó Alberto un tanto nervioso-Puede que yo solo sea un vago y tú seas una noble, simplemente, capturaste mi atención.
            -¿Y eso significa?
            -Pues yo…-dudó un poco el baterista pasándose la mano por el cabello-Me gustaría que fueras mi pareja, te dejo todo a tu disposición, destrúyeme o dame alas.
            -Vaya-comentó-El niño sabe lo que quiere, está bien, digo que sí.

Se levantó y lo abrazó, sus mejillas coincidieron y se dieron su primer beso.

[…]



Todo se había vuelto negro, lo único que era visible, se encontraba bajo la luz del reflector

            -Bueno Joven amigo ya viste como empezó todo con Sonia-dijo Alberto, que estaba parado junto al brujo, llevaba su sombrero cortado y su gabardina negra.
            -¿Qué es todo esto?-dije algo mareado-¿Qué está pasando?
            -Esto es lo que has guardado dentro de ti-me respondió-Y lo que está pasando es la restructuración.
            -¿Para qué me hicieron ver cómo le propuse a Sonia que fuera mi pareja?-pregunté.
            -Toda historia tiene un principio-dijo el brujo pasando su mano por la cara y se volvió J. Alberto-Había que verlo para entender el resto.
            -Ahora-continuó Alberto-Déjame presentarte como fue el motor S2, ese turbio tema que creíste muerto y salió a flote en estos días.

J. Alberto se acerco a mí con el mismo fuego azul en su mano

            -¿Listo?-dijo-Aquí vamos.

[…]

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