Por fin despierto, desde que
estuve haciendo la actividad de Ingrid, he recordado todo con absoluta
precisión y es aún peor en sueños, pero, al menos, la carga para mi espíritu se
ha vuelto menor, aunque sea un poco. Es algo tarde, el reloj de la pared
marcaba el medio día, tenía unas cuantas horas antes de ver a Ingrid, me
levante pesadamente y tome una ducha fría que me cayó de maravilla, me sentí un
poco más relajado. Desayune con una taza de café y algo de pan, una pequeña
costumbre que me quedo después de la relación con Sonia, en ese instante,
escuche algunas notas provenientes de afuera, me asomé a la ventana y vi a
Alberto acompañado de un violinista recargados cerca de mi puerta, el
violinista vestía un sencillo traje negro y camisa blanca, tocaba una triste y
melancólica melodía, pero tenía ciertos toques que la hacían parecer alegre al mismo
tiempo, un buen equilibrio entre dos sonidos muy opuestos entre si, pese a mis
esfuerzos no reconocí la pieza, como tenía un peculiar humor esa mañana, y
además no había visto a Alberto, me decidí a invitarlos a pasar.
-Disculpen-les
dije-¿No quieren pasar y tomar algo?
-No
esperaría menos de ti joven amigo-dijo Alberto como siempre.
-Si,
gracias-me dijo el violinista mientras hacia un gesto con la cabeza.
Pasaron y tomaron asiento en las
sillas de la cocinita, el violinista observaba todo como si lo conociera de
antemano, lo cual me hizo tener la sospecha de que se trataba de alguno de
“ellos”.
-¿Vino
o café?-les pregunté.
-El
vino-respondió Alberto-El vino es mejor.
-Si,
tienes razón-le dije-Pero solo tengo tinto.
-Oh,
no hay problema-dijo el violinista-Está bien, está bien.
Serví las copas y le entregue a
cada uno la suya, bebieron un largo trago de ellas y las dejaron sobre la mesa,
el violinista me parecía conocido, su cara simple y ovalada tenía unas cejas
algo espesas y los ojos eran de un café
obscuro, esa mezcla de rasgos le daban un aire muy parecido a mí, a excepción
del cabello algo largo que tenía.
-Disculpe-dije
mientras me dirigía al violinista-¿Cuál es su nombre?
Ambos se miraron, el violinista
parecía estar esperando un consejo que saliera de los ojos de Alberto, pero
este no decía nada.
-¿Para
qué aplazar lo inevitable Alberto?-le dijo-Bien joven, yo soy José Alberto, tu
equilibrio.
-Ha
escapado de la influencia de José-dijo Alberto-Y me ha ayudado a planear algo
contra él, apropósito, ¿Te gusto el laberinto de mi amigo el brujo?
-¿Ósea
que eso era parte de tu inmersión?
-Si-me
respondió-Pero la segunda parte veo que la señorita con la que te vi aquel día
se ha encargado de que tú solo la iniciaras, cosa que es mucho mejor, dado que
yo podría haber influenciado en ti.
-¿Cómo
supiste eso?-pregunte-No he hablado contigo desde aquella vez.
-Se
lo dije yo-intervino J. Alberto-“Salí” anoche, después de que revivieras
aquellos recuerdos, le provocaste una terrible conmoción a José, de manera que
no se percató de que había salido.
-Vaya-dije-Pero
Alberto, el brujo dijo que no podía decirme mi destino, que este estaba en mis
manos.
-Si,
me lo comentó justo cuando se iba-contestó-Eso es algo bueno, porque no deja
que nada que no planees ocurra, así, solo es cuestión de que contactemos a
Aljeos y lleguemos a un acuerdo con él.
Todo esto parecía una extraña
conspiración en contra de un enemigo que era astuto e inteligente, supongo que
deben tener sus motivos, José quiere destruir a todos ellos e instalarse como
el único que tome mis decisiones.
-A
todo esto-continúe-¿Qué es lo que está planeando José?
-A
ciencia cierta-contestó J. Alberto-No tenemos la menor idea.
-Solo
sabemos que como él será el último en salir-dijo Alberto- tenemos algo de
tiempo para pensar cómo podemos cambiar sus planes y lograr la restructuración
integra de tu espíritu.
-Eso
lo mencionó Aljeos-respondí-Él no quiere hablar con la razón ni el equilibrio,
le interesa la integración, pero, ¿En qué consiste?
-Básicamente
se trata de que cada uno de nosotros esté presente en ti de la misma manera y
en la misma medida-explicó J. Alberto.
-¿Ósea
que solo tengo que demostrar la pasión, furia y razón en partes
iguales?-pregunté.
-Así
es-contestó-Pero como dijo la señorita Ingrid “suena fácil, pero en realidad no
lo es”.
-Ya
lo creo-dije-Convencer a Aljeos de que necesitamos de su ayuda va a ser un
punto difícil en esa restructuración.
-Si,
es cierto-dijo Alberto-Él siente un gran odio hacia José y nuestro amigo aquí
presente, pero igualmente dijo que el único al que le tenía respeto era a mí,
lo cuál puede ser de gran ayuda en el futuro.
-¿Y
qué hay con el ataque? Digamos que por mí no siente un gran aprecio o algo
parecido-comenté.
-No
es así-me respondió J. Alberto-Simplemente José lo desesperó y actúo de forma
intempestiva, siempre ha sido así, en el pasado te ha defendido de situaciones
en las que corrías peligro, ¿Recuerdas al ebrio que molestaba a la señorita?
-Si-conteste-Aquella
vez en que casi lo mato si no fuera porque ella me detuvo.
-¡Es
ahí donde está el defecto de Aljeos!-dijo Alberto-No sabe medir las
consecuencias de sus actos, simplemente es una furia ciega, no sabe cuando
parar, es ahí donde necesita de la razón, pero él nunca lo aceptara hasta que
vea un ejemplo de que le puede ser útil.
-¿Cómo?-pregunté.
-Mira-contestó
J. Alberto-Lo que quiere ver es un ejemplo donde la furia este presente, pero
tenga una parte equivalente de razón que la sostenga.
-Lo
que quiere es que la furia tenga una influencia razonable que la incite o
reprima de manera justa-dije-Eso suena un poco difícil, pero posible.
-Correcto-comentó
Alberto-Lo que José quiere es controlar a todo aspecto de la vida y si no lo
puede controlar, simplemente eliminarlo y endurecerse en contra él.
-Lo
que no traerá nunca el equilibrio-concluí.
-¡Exacto!-exclamaron
al mismo tiempo.
Radiante ante mis respuestas,
Alberto tomó su copa y la levantó en el aire diciendo:
-Brindemos
por una exitosa restructuración.
Chocamos nuestras copas y bebimos
lo que quedaba en ellas, J. Alberto tomó su violín e interpreto una alegre
pieza para rematar con broche de oro esta pequeña “reunión”.
-Bueno
joven amigo-dijo Alberto-Nos vamos, trataremos de encontrar a Aljeos y empezar
a platicar con él, cuando lo creamos oportuno, te llevaremos con nosotros para
que así termine el dialogo con él.
-Igualmente-agregó
J. Alberto-Tengo que darle una disculpa por haberme dejado controlar por José y
haberlo encerrado por tanto tiempo, dejando que su rencor creciera y se
convirtiera en una implacable bestia.
-De
acuerdo-dije-Hasta la próxima.
Se despidieron con un apretón de
manos y se fueron platicando sobre donde podrían empezar a buscar a Aljeos, yo
por mi parte me dispuse a cambiarme, eran casi las cuatro de la tarde y no
quería llegar tarde a mi “cita” con
Ingrid, por el tono que Alberto y J. Alberto se expresan de ella puedo creer
que, al menos para ellos, esto puede traer un beneficio, me pregunto qué es lo
que José piensa, desde que esta restructuración comenzó, solo he podido entre
ver como es, pero no tengo ninguna idea de que es lo que lo llevo a querer
controlar todo aspecto en mi vida, de su “época” de control recuerdo que todo
lo que paso con Fernanda fue anotado como un experimento, analizaba al mundo
con una lupa y una navaja de disección, además de que fue en ese entonces
cuando empecé a construir ese muro que me separaba del mundo y de las personas,
creo que esto es un buen tema para hablar con Ingrid. Me visto con el habitual
conjunto negro y salgo a la calle para llegar pronto al café, es mejor apartar
una buena mesa, porque el lugar a veces llega a llenarse a esta hora.
1 comentarios:
Esto se pone cada vez mas interesante, se nota que ya estamos cerca del final :(
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